El tiempo que pasamos dentro del ascensor confirma la teoría de la relatividad de Einstein, porque a pesar de ser solo unos segundos de viaje se nos hacen larguísimos. Peor aún si tenemos que compartir el ascensor con personas desconocidas, ahí se nos hace eterno. Algunos optan por marcar el ritmo de la insípida música que ponen en el elevador, otros presionan el botón del piso al que van una y otra vez con la ilusión de que vaya más rápido. Y están los que pierden todos los estribos y hacen cosas impensadas para un ciudadano de a pie, que gracias a las cámaras de seguridad podemos nosotros observarlas.